Crónica 5: Juan el salado para las fronteras, entra a Argentina
Y sí, siempre sucede algo en las fronteras. Ese día no me
pude ir de San Pedro, me vi obligado a quedarme un día más. Las condiciones meteorológicas
no eran favorables, mi mente ya estaba buscando soluciones, inclusive ya
pensaba llegar a la capital chilena. Mientras yo pensaba que haría, conocí a
una chica en el bus, entablar conversaciones es más sencillo cuando las
desgracias te unen; su nombre era Gaia ella era italofrancesa, pero vivía en Bélgica,
y conocía muchos países en Europa y Asia, ella me asombró totalmente. Hicimos
amistad muy rápidamente.
Después de subir a Pukara de Quitor (con bermuda y una camisa) era tiempo de descansar para el viaje, un viaje muy temprano, a las 7 am. Yo juraría que habría un atisbo de sol, pero nada. Si han visto demasiadas películas de terror o de zombies, aquí es donde los problemas comienzan: en una ciudad de madrugada totalmente desierta. No había nadie, solo yo, mi mochila y la lámpara de mi celular. Y si, lo aceptó esta fue la segunda vez que tuve un miedo real en el viaje. Finalmente me encontré a Gaia de nuevo en la terminal, y seguimos a la espera. Abordamos el bus… listos para seguir aguardando.
Después de seguir esperando por horas, aproximadamente a las
11 am nos dieron la indicación de podíamos cruzar la frontera hacia Argentina
(¡Gracias virgencita de Guadalupe!). El camino observando la cordillera fue una
de las vistas que más disfrute, aunque también estuviera helando afuera. El bus
tardó un poco más de lo esperado, y mi destino era Jujuy, el destino de Gaia
era Salta, pero quiso quedarse en Jujuy conmigo, las aventuras esperaban.
Llegamos a la central -con pesos chilenos y ninguno
argentino- y preguntamos por hostales, el centro o un atisbo de sociedad, hubo que
tomar un taxi. Aquí confieso que después de Perú me tocaron taxistas muy
amenos, creo. Llegamos al centro y comenzamos a buscar… y a buscar. Al
principio creíamos que era un pueblo, y resultó una ciudad. Cuando uno busca
hospedajes en una ciudad nueva, y no encuentra rápidamente se comienza a
frustrar. Comenzamos a desesperarnos y fuimos a la plaza central (tip de
viajero: en el centro siempre encontrarás algo, siempre), buscábamos wi-fi, y
la encontramos, pero de un hostal… así que decidimos seguir la señal.
Así fue como llegamos a Dublin Hostel (absténgase de sus
pinches bromitas, ustedes saben quién son) y el precio nos enamoró. Decidimos
quedarnos. Esa noche fuimos a cenar algo argentino, una pequeña vuelta a la
ciudad y regresamos a dormir… con cinco (5) israelíes. A la mañana siguiente
fuimos al centro, yo necesitaba dinero, un adaptador y claro, lavar ropa.
Después de una ligera siesta salimos a dar una visita a los museos y luego
comimos. La aventura con Gaia acaba en este punto, ella decide irse hacia el
norte, sus amigos la esperan. Yo estuve encantado de conocer a una chica como
ella, y aunque ella era más joven que yo, creo que terminé aprendiendo yo más
de ella, que ella de mi. Espero que siga teniendo suerte en su viaje, el tiempo
apremia.
Un poco más tarde salí a caminar, compré un libro y justo
regresaba para leerlo. Por fin iba a leer un libro que había comprado en otro
país -y ojo que esta constante se repitió en todo el viaje- a la hora de llegar
al hostal no pude leer. Y no es porque no haya querido, sino porque las
circunstancias no me permitieron. Todos (argentinos) estaban conversando en la
sala principal, yo sólo me senté y me integré a la plática.
Algo que siento que debo de aclarar es que NO todos los
argentinos son presuntuosos, groseros o payasos, todo lo contrario son
excelentes personas, agradables y amenas. Toda aquella persona que piense que
se debe juzgar a un país por un puñado es un tremendo idiota. No podemos
generalizar, como en todos los países existen personas groseras y existen
personas amables. Así que si piensas decir que todos los argentinos son mamones primero dígnate a ir a su país,
y luego me cuentas. (Argentina no es Buenos Aires, porque ahí son un poco más
presuntuosos, como en tooodas las capitales del mundo).
… Había vino, el enemigo de Juan, por suerte esta vez la
lleve despacio. En la mesa conocí a Fran, a Marina y a Lucho, ya conocía a
Diego y en la cocina a otro chico, que no recuerdo su nombre (soy malo para los
nombres, gracias facebook por recordarme). Ellos me acogieron en su plática de
maravilla, incluso me integraron. Intercambiamos anécdotas, historias, y luego
de hablar del chavo del 8 - creo que ellas lo amaban más que yo- , cenamos. Las
dos chicas estaban realizando una compañía de teatro y querían subir, subir,
claro, hasta mi México, en cuanto a Diego él viajaba por Argentina y
probablemente iría a Bolivia. La última parte de la cena me la pase intentando
explicar qué eran las micheladas -y sus variaciones-. Y así terminó la noche,
el día siguiente Salta me esperaba.
Un día nuevo, despedidas de nuevo. Les tomé mucho cariño, y
me hubiese encantado quedarme con ellos unos días más, pero era tiempo de
partir. Ese tipo de despedidas me rompían el corazón. Nos despedimos, no sin
antes cambiar cuentas de facebook, y no sin antes hacer la promesa de que si
iban a México una botella de tequila y muchos tacos las esperaban.
Llegué a Salta… fue una de las ciudades que menos me gustó,
creo que por qué la pasé solo y las circunstancias no fueron las mejores.
Aunque también la gente de aquí fue muy amable, lo más representativo aquí fue
el teleférico, que aquí funge como atracción; no como en Bolivia que era un
transporte. Fuera de eso, creo que me faltó conocer la parte natural, no había
tiempo, el próximo destino: Córdoba, me esperaba. Y de nuevo tomé un bus, pero
ahora de 8 horas… después de muchas paradas llegamos a las 7 am.
¿Aquí sí había luz? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas
de llegar tan temprano a una ciudad en domingo? ¿Después de Salta seguiría sólo
o también tendría la suerte de conocer a alguien en el bus?
Estas respuestas el próximo miércoles…
Comentarios
Publicar un comentario