Siempre serás una parte de mí…
Regularmente
no escribo de mi mismo, pero en estos momentos tengo la explícita necesidad de
hacerlo. Sé que me proyecto en todo lo demás que escribo: tuits, reseñas,
fragmentos, cuentos, blah, blah, blah. Pero no lo hago de forma consciente. Estas
líneas sí lo serán.
Hoy
vengo a escribir acerca de una de las personas que marcó mi vida, más que
marcar mi vida trazó una brecha inimaginable que ni siquiera yo mismo soy capaz
de llegar a darme cuenta. El señor Remy,
el señor de los libros, Don Remy. Pocas personas en mi vida, fuera de mi
familia, han logrado influir tan profundo en mi forma de pensar. El día de hoy
ya no está más. El cáncer se lo ha llevado. Por obvias razones me siento
profundamente afligido, pero no tengo tristeza, él sé que está en un lugar
mejor. Quiero pensar que se encuentra en el paraíso de los libros, un cielo
dónde podemos leer todo lo que nos plazca sin cansarnos y aprender todo.
Aún
recuerdo la primera vez que lo conocí, o mejor dicho a su tienda de libros. Fue
hace tres años y mi tía acaba de mudarse, en esas fechas mi amor por la lectura
apenas comenzaba a florear y yo era un ignorante en la materia. Por motivos del
destino me llevé un par de libros, "Asesino de muertos" y otro que
aún tengo pendiente; también recuerdo la cantidad 130 pesos. Semanas después me
animé a entrar, y él me recibió cálidamente me invitó a entrar a su paraje de
libros, a su mundo. Al principio me sentí impresionado, él no paraba de charlar
de autores, editoriales y narrativas, que yo no tenía ni idea. Ese fue de
nuestros primeros encuentros, encuentros que se repetían cada semana que yo iba
a visitar a mi tía.
Regularmente
me llevaba libros que él me aconsejaba que debería leer, yo difícilmente
reconocía al autor. Las visitas se espaciaron, y las recomendaciones de libros
también. Al cabo de un año ya conocía a más autores y podía hilvanar mejores pláticas.
Un día entre nuestras numerosas pláticas y diversos invitados se coló el tema
de los viajes, me habló de sus experiencias en Sudamérica. Yo quedé anonadado y
en ese momento una necesidad se implanto en mi mente: tenía que viajar a Sudamérica
y seguir la ruta que él me decía. Y así fue, me animé. En junio de hace un año
tomé mi mochila e intente ver con mis ojos sus descripciones, mayormente de
Argentina. Al regresar de mi viaje, el fue una de las personas que primero
llegué a ver; quería contarle todo lo sucedido y como había salido airoso de
esa travesía. Esa fue una de nuestras pláticas más largas.
Nuestras
pláticas abarcaban mayormente libros, temas de la actualidad, gobierno, política
y autores. Siempre tenía invitados, así que la plática siempre se nutria más. Así
que estas líneas son una breve forma de agradecimiento, que puedo resumir en
tres simples pasos:
·
Gracias
por no hacerme un ignorante e impulsarme a ser mejor lector cada día. Sus
recomendaciones permanecerán siempre en mi mente y en mi corazón. Los últimos
libros fueron especialmente buenos
.
·
Gracias
por animarme a hacer ese viaje de mochilero, diciendo que era un joven que
podría arreglárselas solo, y que amaría Argentina por su tradición lectora.
Estaba en lo cierto. Siempre lo estuvo.
·
Gracias
por tocar mi vida de forma tan descarada y hacerla tan diferente a los demás.
Me siento diferente gracias a usted. Usted es, fue y siempre será mi maestro de
los libros.
Y
aunque mi corazón se encuentre en dos partes por perder a alguien tan
apreciado, espero tenerle buenas noticias, noticias de las que usted más que
nadie se puede alegrar, ahora ya no tendré un maestro de los libros, sino un
ángel lector de libros que podrá recomendarme los mejores títulos.
Hasta
pronto, mi maestro. Hasta pronto Don Remy. Siempre lo llevaré en mi corazón, en
mi mente y en mis libros.
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