Fragmento 330: La playa y los ojos gatunos.
-Propón
-le dije yo-. Abrí mi boca y fueron las únicas palabras que salieron.
Despertaba de la siesta del medio día. Me encontraba en mi camastro, recuperándome
de las quemaduras del sol de los días anteriores. Nunca he sido una persona con
piel muy resistente, pero tampoco soy fanático del bronceador. Mis lentes de
sol se habían aclarecido.
Ella
llegó esta mañana. Le pedí que tomara el primer avión y lo hizo. No dudaba las
cosas y confiaba ciegamente en mí, eso era lo que me encantaba de ella. Claro
que ella tenía dudas e inseguridades -como todos-, pero me gustaba creer que yo
ayudaba a mitigarlas. Me gustaba creer que todo recaía en mí. Me gustaba creer
que yo era el centro del universo…mejor dicho, me gustaba creer que yo era el
centro de su universo.
Busqué
mi cerveza, pero solo había cascos vacíos. Mi libro estaba enterrado en la
arena, las paginas meditaban y ardían entre la arena; correcto, aquel libro de
Murakami con un (siempre me pareció un perro) gato en la portada. Y aquellos ojos que fungían de guardianes de
la playa, aquellos ojos divisaron a la persona que venía.
Me
saludó. Me dijo que había sido un milagro que hubiese alcanzado el último
avión. Se le notaba nerviosa. Siempre estaba un poco nerviosa. Yo, como siempre
con una sonrisa despreocupada en el rostro. ¿Qué me importaba de verdad? ¿Todo,
algo, ella, nada? Ella se quitó los zapatos y se recostó en el camastro. Me
mostré desinteresado, pero ella sabía que estaba pletórico por su llegada. Yo
sabía que ella detestaba el calor, pero amaría el frescor de las noches. Le
propuse que fuera por unas cervezas, misteriosamente este lugar solo vende de
litro, así que le sugerí dos. Ella contestó reticentemente: "No, me quiero
cambiar, me quiero…" La interrumpí. Se lo pedí nueva y suavemente. Ella
accedió. Cerré mis ojos por unos minutos más, las gafas se oscurecieron, y
volví a pensar en su rostro ovalado y sus ojos gatunos. No sabía quién era
quién, tenía una siesta al estilo Murakami, aquellas donde la realidad se
vuelva una mezcla con lo onírico.
Propongo
un paseo por la playa. Propongo beber estas cervezas aquí y ahora. Propongo
jodernos hasta que ya no podamos salvarnos más. Propongo ahogarnos en el mar.
Propongo tirarnos en la arena y que nos queme por siempre. Propongo… -su lengua
no dejaba de decir tonterías-. Desperté sobre saltado… No había nadie. Solo
cuatro cascos de cerveza vacía. El libro seguía en el mismo lugar. Ella no
estaba. No sabía si había estado. Otro maldito sueño que arruina la realidad.
Volví
a cerrar los ojos, y volví a ver esos ojos gatunos que me acechaban todas las
noches. Unos ojos gatunos cargados de esperanza y melancolía. Mis ojos.
"Nunca pensé que me compartirías tus momentos..." |
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