Fragmento 19: Fuerza México
Conduzco. Traigo las
luces altas en el auto, por lo regular no soy asustadizo, pero esta noche aún
sigo temblando, soy una réplica ambulante del segundo sismo que azotó a la
ciudad. Voy en modo zombie, no voy demasiado rápido, aunque podría, las calles
están semivacías, son arterías de circulación en estados normales. Paso la
primera avenida rápida, llego al centro de la ciudad, cierro los ojos en varias
partes, temeroso de encontrar edificios o monumentos derruidos, monumentos que
pasé mirando toda mi infancia. Es una verdad, yo crecí y me crie en esta
ciudad, y albergo una tristeza inmensa en mi ser. Estoy destruido por dentro.
No quiero mirar, no tengo la fuerza de.
Por un lado tengo ganas
de llorar, ver cosas destruidas me inunda de dolor, pero por otra parte me dan
ganas de dejar el auto y bajarme a ayudar, ensuciar mis manos, rasparlas y
ayudar, brindar un poco de lo que la ciudad me ha dado, pero pienso un poco
más, ya hay demasiadas personas y tengo que llegar a casa, me esperan. Ya se me
ocurrirá algo. En algún momento.
Waze me va ayudando en
el camino, marca una ruta, pero mi ingenuidad y desesperación ganan, considero
que mi ruta será más rápida, error. Doy una vuelta enorme, me meto entre
calles, error, todo oscuro, tiemblo de nuevo, bajo el volumen, abro los ojos,
los cierro, desesperación. Todos creen que estoy bien, siempre lo estoy, pero
justo ahora voy asustado. Le tengo miedo profundo a la oscuridad. Y veo un
edificio derrumbado. Eclipso por segundos, volteo la cabeza. Tensión. Personas
aisladas, personas en conjunto, luces de noche.
No tengo palabras para
aquellas personas que roban o hacen rapiña, sencillamente no son mexicanos, ya
alguien les dará su merecido, el cielo, la tierra o el infierno. Ellos no son
prioridad.
Otra avenida rápida,
puedo ir más rápido, pero sencillamente mis pies no pueden hacerlo, pienso,
pienso, pienso, en todo lo que puede pasar, lo que pasó y lo que no. ¿Suerte,
fortuna, momento? No lo sé, solo agradezco que esté bien y toda mi familia
también. Estaría destruido si alguien le pasa algo, mis amigos también son mi
familia. Me acerco peligrosamente a casa, sigo temblando, la colonia está a
oscuras, luces altas de nuevo. Llego a casa, y tomo un respiro gigante. Lo
necesito. Paciencia, prudencia, algo de lo predican por ahí.
Entro a casa y no hay
más que oscuridad, una noche que nos depara oscuridad, una noche que se puede
prolongar semanas. La primera noche en que una casualidad nos azotó.
***
“La pesadilla vuelve”,
leo, mientras desayuno, aprieto mis ojos para no derramar una lágrima, joder,
que feo se siente, un hueco enorme en el estómago. Tengo la fortuna de tener un
techo, tener un desayuno, agradezco. Leo todos esos encabezados y todos hablan
del temblor, del aniversario, y del temblor de años. Casualidades, jodidas
casualidades. Quiero ser fuerte, pero me pongo triste, demasiado, hace meses
que no sentía una tristeza tan profunda enterrada en mi ser, pero me pongo la máscara
de ser fuerte, y a conducir de nuevo.
Es de mañana, no
debería traer luces encendidas, pero lo hago, conduzco a velocidad moderada. En
mi ruta veo edificios derruidos, los veo claramente, pero los suprimo, creo que
los veré constantemente, paso por un trecho conocido y le llamo a un amigo,
tiene un negocio cerca, él no contesta y yo insisto. Minutos después se
comunica y me tranquiliza.
El panorama no es tan desalentador, solo es
sombrío y desolado. Algo atípico en la Ciudad de México, siempre hay gente.
Siempre. Solo espero que esta noche pase más rápido que ayer, y solo pido
fuerza… fuerza de espíritu. A seguir conduciendo…
Fuerza México, no es la primera vez que nos derriban, tampoco será la última, pero siempre nos levantaremos. Somos demasiados mexicanos unidos para que algo nos acabe.
Fuerza México, no es la primera vez que nos derriban, tampoco será la última, pero siempre nos levantaremos. Somos demasiados mexicanos unidos para que algo nos acabe.
El puño en alto
ResponderEliminarJuan Villoro
Eres del lugar donde recoges
la basura.
Donde dos rayos caen
en el mismo sitio.
Porque viste el primero,
esperas el segundo.
Y aquí sigues.
Donde la tierra se abre
y la gente se junta.
Otra vez llegaste tarde:
estás vivo por impuntual,
por no asistir a la cita que
a las 13:14 te había
dado la muerte,
treinta y dos años después
de la otra cita, a la que
tampoco llegaste
a tiempo.
Eres la víctima omitida.
El edificio se cimbró y no
viste pasar la vida ante
tus ojos, como sucede
en las películas.
Te dolió una parte del cuerpo
que no sabías que existía:
La piel de la memoria,
que no traía escenas
de tu vida, sino del
animal que oye crujir
a la materia.
También el agua recordó
lo que fue cuando
era dueña de este sitio.
Tembló en los ríos.
Tembló en las casas
que inventamos en los ríos.
Recogiste los libros de otro
tiempo, el que fuiste
hace mucho ante
esas páginas.
Llovió sobre mojado
después de las fiestas
de la patria,
Más cercanas al jolgorio
que a la grandeza.
¿Queda cupo para los héroes
en septiembre?
Tienes miedo.
Tienes el valor de tener miedo.
No sabes qué hacer,
pero haces algo.
No fundaste la ciudad
ni la defendiste de invasores.
Eres, si acaso, un pordiosero
de la historia.
El que recoge desperdicios
después de la tragedia.
El que acomoda ladrillos,
junta piedras,
encuentra un peine,
dos zapatos que no hacen juego,
una cartera con fotografías.
El que ordena partes sueltas,
trozos de trozos,
restos, sólo restos.
Lo que cabe en las manos.
El que no tiene guantes.
El que reparte agua.
El que regala sus medicinas
porque ya se curó de espanto.
El que vio la luna y soñó
cosas raras, pero no
supo interpretarlas.
El que oyó maullar a su gato
media hora antes y sólo
lo entendió con la primera
sacudida, cuando el agua
salía del excusado.
El que rezó en una lengua
extraña porque olvidó
cómo se reza.
El que recordó quién estaba
en qué lugar.
El que fue por sus hijos
a la escuela.
El que pensó en los que
tenían hijos en la escuela.
El que se quedó sin pila.
El que salió a la calle a ofrecer
su celular.
El que entró a robar a un
comercio abandonado
y se arrepintió en
un centro de acopio.
El que supo que salía sobrando.
El que estuvo despierto para
que los demás durmieran.
El que es de aquí.
El que acaba de llegar
y ya es de aquí.
El que dice "ciudad" por decir
tú y yo y Pedro y Marta
y Francisco y Guadalupe.
El que lleva dos días sin luz
ni agua.
El que todavía respira.
El que levantó un puño
para pedir silencio.
Los que le hicieron caso.
Los que levantaron el puño.
Los que levantaron el puño
para escuchar
si alguien vivía.
Los que levantaron el puño para
escuchar si alguien
vivía y oyeron
un murmullo.
Los que no dejan de escuchar.
Ánimo!!!
Adriana
Hola, Adriana. Había visto el poema pero no lo había leído. Me gustó, y mi parte favorita fue el final... Con el puño levantado.
EliminarGracias por tus palabras, son cálidas y nos dan fuerza para seguir.
Juan.