Fragmento 101: R.
R se encuentra en la sala, esperándola,
K baja por las escaleras, trae un vestido estampado de flores, él no dice nada.
Su pelo negro azabache es intenso, sin arreglar, no le acaba de encantar.
Hace mucho que R no dice nada,
no le va más decir nada. Simplemente va porque debe de ir, porque así está
estipulado, solo que no sabe cuánto más. Ella lo saluda profusamente, él dice:
vamos. Suben al auto, R conduce, la música es mala, él apaga el radio. Se
enfrasca en conducir. Ella solo va riendo, saca la cabeza por el auto, se desacomoda el pelo, él no, solo conduce. Está de mal humor, demasiado mal humor.
Llegan en un cuarto de hora a
la fiesta, más que fiesta, reunión de negocios artísticos, como a R le encanta
decir. Entran a una vecindad remodelada, escaleras en forma cuadrada, una
estructura sólida, un gran candelabro ameniza el centro; se ve lujosamente paupérrimo,
así como ellos dos. Antónimos.
Llegan, saludan, abrazan,
beben una copa. Todo es normal, todo es acartonado, todo es artístico. Todo va,
nada va. Ella va por su tercera copa de champagne burbujeante, él no. Él
fantasea con cosas sórdidas, ella con lujos materiales, no podrían ser más
diferente.
I entra en la sala, R se
percata y la ignora, la ignora totalmente, no ha querido ignorar a algo o
alguien tanto en su corta vida. No está enojado, ni siquiera tiene
resentimiento, solo desea ignorarla. I se da cuenta y pasa danzante con los
asistentes, besando en ambas mejillas a todos. R, al ver esto, intenta huir,
pero I se ha posado frente él, y saluda con un dudoso: Hola. R parece temeroso
de ella, no quiere recordar, sin embargo lo ha hecho. De pronto ve su mirada
cristalizada, perdida, una gran sonrisa que oculta el dolor de hace años. R le
susurra que vayan afuera. K queda ignorada en la multitud, bebiendo su cuarta
copa de champagne, se da cuenta de esos dos y solo se les queda mirando
estupefacta.
Han transcurrido quince
minutos.
R toma su segunda copa de
champagne, pega su espalda a la pared, y se deja caer. Invita a I a hacer lo
mismo, pero ella es más cuidadosa, tiene pies de bailarina. R comienza con una
pregunta, ¿tus padres siguen peor, verdad? I, asiente tristemente, está a punto
de llorar, y bueno, lo hace. Intenta llorar en silencio como lo hacía antes, le
daba pena llorar, expresar sus sentimientos, así que intentaba guardarlo, pero
era francamente mala para ello. Siempre terminaba llorando. Siempre. I está en
lágrimas, así que por reflejo pone la cabeza en el hombro de R, él queda
desconcertado e intenta quitarla rápido. No le gusta la sensación de lágrimas
en su blazer nuevo.
K sale de la gran habitación y
los ve charlando, realmente R no está diciendo un carajo, solo está escuchando.
Intentando escuchar, pero no logra hacer que le interese, tampoco es que le
ponga mucho esfuerzo. K está ebria, va en tacones, tiene las mejillas rojas, y
está enfadada. Desea hacerle una escena a R, pero él está francamente harto de
este mundo de artistas, habladurías y desintereses. Antes de que K pueda
comenzar con su disertación, R quita la cabeza de I, se bebe de trago el
champagne y se lanza por las escaleras. R estaba harto, se lo dijo a ambas. Francamente harto. Ellas no escucharon. Eran demasiado egoístas. K se queda mirando a I, suelta una risotada de
nervios, y ninguna comprende lo que está pasando. Ni lo que pasará. Corren a
mirar por las escaleras, pero R ya no está ahí. Se ha ido.
Comentarios
Publicar un comentario