Crónica 3: Los chicos congelados y “no pises las rayitas de sal


…Y el puto bus se congeló. Recuerdo esta parte. Y sí, he de admitir que fue el viaje más puto frío de la vida –tranquilo, que días después vendría uno peor-. Me desperté en Uyuni, con la mitad de mí ser congelado; también tuve que despertar a mi acompañante, pero ella quería cinco minutos más.




Después de una breve estadía en la ciudad nos embarcamos en lo que sería el tour del viaje. Ahí conocimos a Lester –el brasileño-, a Naomi –la chileholandesa-, a Scott –el australiano-, a Martin –el danés- y a Rubén –el boliviano-. Todos tendríamos apodos a lo largo del viaje, y a continuación los mencionaré: Brasil, Naomi, Capitán Jack Sparrow, Martin, Rubens,  One y Minnie Mouse.






Pues nuestra primera parada fue en el cementerio de trenes. Un desierto que alberga alrededor de 10 trenes, las hazañas y el polvo estaban a la orden del día. Ahí comenzamos a hacernos un poco allegados a Brasil. Después seguimos al –tan esperado- Salar de Uyuni, yo esperaba que fuera un lugar pequeño, pero para entrar tuvimos que recorrer decenas de kilómetros. Realmente era ¡gigante! La primera parte en conocer fueron los ojos de sal, una especie de lagunas donde brota un poco de agua. Adivinen que estúpido la probó… Si su respuesta fue Juan, usted acertó. Después nos adentramos más (sí, más) al salar, Naomi dijo: ¿por qué no almorzamos aquí? Y como todos asentimos, lo hicimos. Después de una sesión de fotos jugando con la perspectiva y los consejos “de no pisar las rayitas en la sal”, nos adentramos a una isla-roca, ahí no había mucho que hacer así que nos relajamos. Hubo que salir del salar antes del atardecer, porque si nos quedábamos había grandes posibilidades que nos quedáramos petrificados en sal… no es cierto, sólo iba a ponerse oscuro y complicado de salir; pero es cierto que es inmenso y hay un punto donde no se ve nada.





Esa noche la pasamos en un hotel de sal y no es que fuera de sal precisamente, pero el suelo sí tenía sal, digamos que era de medio sal. Luego de cenar compramos una botella de vino… error número uno (todas, absolutamente todas las malas historias comienzan comprando una sola botella de vino, lo sabré yo y la pandilla de Lunahuana), luego el mejicano quiso sacar su mezcal y sus grillos. No debo de decir que fue el fin de ambos, ¿el pretexto? El frío. La historia de cómo esta borrachera acabó no la puedo contar aquí… pero acabó mal, sólo estoy autorizado a contar que un iphone y tres botellas de pisco fueron las víctimas. ¡Chicos, recuerden, el alcohol en exceso hace mal!




Antes de comenzar a beber de esa manera, salimos a caminar –obviamente con todo lo que teníamos de abrigo-, esta fue una de las experiencias que más recuerdo del viaje. El frío, los amigos, los gritos, la caminata, la locura; pero sobre todo el paisaje. Jamás vi un cielo estrellado tan lindo en mi vida como ese. Jamás me hubiera atrevido a salir si no hubiera sido por ellos. Y vaya que ese día hicimos cosas estúpidas… No es el lugar, es la compañía. Ellos fueron la compañía que más disfrute en el viaje.




Al día siguiente –un día lleno de resaca y sueño- nos dirigimos a una serie de lagunas, miradores y paisajes hermosos, que al menos yo, jamás imaginé que si quiera Bolivia podría tener. No es por demeritar a Bolivia, es por demeritar a mi corta imaginación. Pasamos por lagunas, lagunas hediondas, lagunas coloradas, desiertos, desiertos colorados, desiertos lagunas, sin fin de panoramas que yo no puedo describir. Vean las fotos. Esa noche no fue tan fría porque la pasamos juntos… En cambio el día siguiente sería el más frío de mi perra vida.







4:45 suenan cinco alarmas, nadie las escucha. 5 am tocan frenéticamente la puerta, es Rubens debemos apurarnos a desayunar si queremos alcanzar los geiseres, corremos, tragamos, engullimos, bebemos. Todo con la esperanza de ver esas fumarolas de la Tierra. -¡Acelera Rubens, acelera! Sólo queremos llegar. La temperatura de -5º se siente, todos la sentimos, pero intentamos no pensarla tanto. Al fin llegamos, pero no todos quieren bajarse a sentir los geiseres en sus caras, después de los primeros solo Juan y Brasil quieren y están dispuestos a sentir el enojo del frío. Tal vez son muy estúpidos, tal vez son muy valientes, tal vez son muy jóvenes… tal vez solo quieren disfrutar el jodido momento sin importar que la sensación térmica sea de -15º -gracias señor viento, es usted un hijo de puta-. Después de subirme al jeep me toma más de 15 minutos volver a sentir las manos, ahí tienes el por qué debes llevar guantes. El frío más fuerte de toda mi existencia.




Finalmente tenemos nuestra recompensa, por lo que hemos estado anhelado desde la cruda del día anterior: las aguas termales, los hot springs. Mi cuerpo lo necesita, lo rezuma. El único problema es que la temperatura fuera del agua sigue siendo bajo cero. Al carajo. Yo no viaje tan lejos para que una temperatura bajo cero me detenga. Compro las entradas, me quito mis cientos de abrigos y me zambullo en el calor. ¡Joder! ¿Cómo si quiera me atreví a dudar en entrar? Esto es vida. No quiero salir nunca. Quiero hacerme pasita y quedarme aquí por siempre… bueno, todos queremos.




Las aguas termales han acabado, necesitamos irnos. Todos sabemos que es el fin del tour. No queremos pensar en ello. Sabemos que es el final de este hermoso viaje. Cantamos, reímos, tomamos selfies para el recuerdo. Jo, que disfrutamos. Llegamos a la aduana, nos despedimos, nos abrazamos, nos besamos. Todos nos hemos tomado un cariño. Por azares del destino hay un destino inesperado… pero no estoy solo, el capitán, Brasil y Naomi me acompañan. Tristemente mi acompañante desde Lima y Martin deben volver. Me siento tranquilo porque van juntos, me siento triste porque ella debe irse. Quisiera que ella me hubiera acompañado todo el viaje. Nos despedimos, no sin antes hacer una promesa que voy a cumplir… un país nuevo nos espera.



¿A dónde irá el idiota de Juan? ¿Habrá más frío o por fin un poco de temperatura chilanga lo espera?





Así es… próximo miércoles estas respuestas.


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