Crónicas de viaje: Turibus de cantinas CDMX





Salud, cangrejos

La última crónica del viaje fue la de Mérida, y casualmente esta crónica incluye a uno de los personajes de la misma: su cangrejo favorito Daniel Aráizaga. A él le tocaba visitar la CDMX, y no es que realmente me visitara a mí o a sus primas (cosa que después se aclararía), venía al partido de la NFL, y de paso a emborracharse. Esta primera crónica abarcará únicamente el primer día, pensaré en hacer alguna otra si todo sale tan aleatorio como el primer día (que sí habrá más). Pues empecemos, mientras el cangrejo sigue en la ciudad.

Una llamada con un número comenzando con 999, algo atípico para el DF, sabía quién llamaba. Él me confirmaba que llegaba a la ciudad, y aprovechaba para decir que la ciudad seguía oliendo a fritangas, justo como hace un año. Después de una infructuosa plática para ponernos de acuerdo en algún punto, decidí ir por él.  Nos vimos escuetamente, guardó su equipaje en mi auto y pidió un Uber. Ya tendríamos tiempo para ponernos al día en la noche al calor de unas cervezas. El día laboral se me fue volando, yo fantaseaba con ir al esperadísimo tour de cantinas.

Después de usar el contraflujo del metro, llegué al centro en menos del tiempo esperado. Para mi sorpresa mi primo se encontraba en buena compañía, se encontró con sus amigos meridenses que radican en la ciudad y con mi prima; al final solo ella se animaría a unirse al tour de cantinas, no hay duda que lo cangrejo se pega. El Turibus tardó un poco más de lo esperado, siempre todo tardará más por el maldito tráfico, es algo con lo que uno aprende a vivir… casi como el maldito calor de Mérida.


Siendo un cangrejo distinguido
Nos subimos, y después de una fría introducción, llegamos a “Gallo de oro” la primera cantina, ubicada en Bolívar y Carranza (si mi memoria juvenil no me falla), esta cantina estaba un poco desolada y aburrida, pero en cuanto llegaron las cervezas le metimos sabor. Nos estábamos poniendo al día, y como toda buena costumbre Aráizaga comenzamos a “pelear” acerca de nimiedades. Era cierto, echaba de menos a ese cabrón. La sangre llama, una frase que se quedará para el recuerdo. Después de dos rondas de modelo especial, seguimos el tour a la segunda cantina, aunque no sin antes de ir a una tienda por parque para el intermedio entre cada cantina.
La segunda cantina “Salón Nuevo León”, era muchísimo más una cantina tradicional, tanto que al entrar dos humildes parroquianos nos dieron una chusca bienvenida y una auto presentación que decía: “Bienvenidos, somos el borracho número uno, y el borracho número dos, pueden beber aquí con nosotros si ocupan”, o algo así, ya tenía alcohol en mis venas y todo lo reconstruyo a partir de esbozos mentales. La aseveración por la cual dije que parecía más una cantina que la anterior es tenía una barra donde borrachos de verdad se encontraban bebiendo.



Recordemos un poquito las tradicionales cantinas, y recuerdo que las clásicas son aquellas donde te ofrecían un trago y un platillo, digamos que era chela y platillo. Escogimos una mesa al fondo, y nos dispusimos a ir por las bebidas a la barra en vez de que esperar al mesero. Pedimos dos coronas (en este punto deseo recomendarles que cuenten lo chupes que me engullí y sacar un bonito promedio de mi nivel etílico aproximado), y por alguna azarosa razón que aun no comprendo acabamos en la mesa de los primeros parroquianos, ellos nos ofrecieron “asilo” en su mesa y nos enzarzamos en una plática introductoria, claro aquellas que comienzan en cómo te llamas y terminas hablando de la niña que te rompió el corazón en el kínder. Minutos después mi prima nos acompañó e rompió el sutil equilibrio de la mesa, se robó las miradas y se robó la plática. Tampoco entiendo como acabamos hablando sobre baños a la luz de luna y cuarzos mágicos. Antes de entrar nos recomendaron probar la especialidad centenaria de la casa: las tortas; en este rubro no exageraré pero han sido de las mejores tortas que he probado en toda mi perra vida. (Puede que sí haya exagerado). Al final nos despedimos de los parroquianos y con dos chelas añadidas a la cuenta seguimos el camino a la tercera cantina.

Antes de llegar a la tercera cantina el ambiente en el Turibus había mejorado montones, se respiraba un aire de diversión y todos sonreíamos. Como siempre el alcohol realiza la función de desinhibidor y de unir a la gente, creo que nunca habrá otra cosa que una a las personas que beber alcohol, incluso creo que la guerra podría acabar si todos bebieran lo mismo. La tercera cantina fue “Salón España.”, en esta cantina perdimos gran cantidad de dinero porque el cangrejo quiso pedir varias canciones del mariachi y la gente de nuestra mesa no hizo más que alentarlo, incluso un poeta terminó recitando varios versos, y sí, cobrando los mismos. Añadan dos cervezas más. ¿Siguen llevando la cuenta? Porque yo ya la iba perdiendo.

Hubo un episodio curioso en el tránsito hacia la última cantina, desde el principio del tour vimos a una señora mayor y ella tenía bastante actitud, bebía, cantaba, se reía y disfrutaba. A mí me dio muchísimo gusto ver que una persona como ella se diera la oportunidad de vivir y exprimir la vida al máximo. ¿Qué sucedería si todos nos dedicáramos a vivir la vida al máximo? Apuesto a que todo sería diferente, en cuanto a mi prima a ella le dio mucha ternura y se dedicó a hablar con la señora, además de abrazarla en repetidas veces. 

Llegábamos a la última cantina, el clímax de nuestro tour, la mítica Tenampa, en el popular/temido Garibaldi. Aquí acabaría todo… o seguiría todo. Nos habían recomendado probar la bebida de la casa: bebida de granada con tequila y ponche, obviamente pedimos una ronda. Obviamente estábamos ebrios. Obviamente la seguiríamos… La pregunta era donde. Todo se volvía más borroso, y lento. La sangre estaba mezclada con alcohol y queríamos probar un lugar diferente… y nos separamos del grupo. Primero fuimos a la calle de República de Cuba, era hora que el cangrejo le hiciera  honor a su apodo y conociera los emblemáticos antros gay de la ciudad de México, pero… sorpresa, todos estaban cerrados, una estúpida ley ciudadana, que básicamente promueve Miguel Angel Mancera para mantener aburrida a la población.

¡Cangrejos!


Después de revisar varias opciones canceladas, estábamos a punto de rendirnos e irnos todos a su respectiva casa, hasta que decidí ir a la última opción: los bares de mala muerte colindantes de “Río de plata”, y ahí estaba “Los jarritos” nuestro milagro de juevebes. Me tocaba la ronda y pedí tres Bohemia, el ambiente decadente no daba para seguir la fiesta, que realmente no había sido fiesta sino añoranza entre primos, no hubo tanto alcohol porque yo me pararía el día siguiente para trabajar en el oficio Godínez. Así que nos dispusimos a admirar la fauna de la CDMX nos retiramos. No traíamos carro así que nos retiramos en Uber. Había sido suficiente para la primera noche… aún nos quedaban muchos días por seguir.

La próxima crónica de lo que sucedió en la estancia del cangrejo, aquí y solo aquí el próximo lunes. Abarcará lo sucedido en viernes y sábado (Patrick Miller y McCarthy’s) y la de dos semanas abarcará lo sucedido en domingo, lunes y martes (Puebla, NFL, despedida), así que no se separen del blog de confianza… una crónica cada lunes.

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