Cuento: La chica del maizal, entrega 1/3
I.
Ella
estaba desorientada. Tenía un golpe en la cabeza –aunque no muy profundo–. Un
poco de sangre coagulada. No acababa de comprender dónde estaba. Abrió los ojos
muy despacio y miro a su alrededor, todo tenía el mismo aspecto, la misma
textura, todo era más de lo mismo: maíz; largos y verdes tallos.
Comenzó
a recordar, se encontraba atada a un
espantapájaros, una horrible broma universitaria. Ella era la chica nueva en la
ciudad y así era como recibían a los foráneos. Malditos hijos de perra, habían
ido demasiado lejos. Tenía que moverse y seguir el sendero, salir del maizal cuanto antes. Le aterraba la idea
de estar sola de noche en un campo de maíz, le aterraba el puto hecho de no
saber porque eran tan crueles con ella. ¿Envidia? ¿Celos? ¿Odio?
Recordó
esa mañana: clase a las once a eme, algebra lineal. Al parecer a los chicos de
la clase no les agradaba el hecho que ella fuera más inteligente que ellos;
ella no se consideraba más inteligente que nadie, solo se consideraba con una
retentiva mayor al promedio y eso le permitía prescindir de cosas inútiles como el estudio y las tareas.
Ella podía recordar una clase entera sin siquiera esforzarse. Sin duda ellos
envidiaban eso… y además estaba el hecho
de que fuera tan linda, demasiado, en realidad.
Su
cara era fina, ovalada y delicada; como sus rasgos. Su maquillaje era simple,
un poco de labial rojo oscuro y una fina capa de rubor en las mejillas. Un poco
más alta que el promedio, y delgada. Todo en su lugar. Su tez era blanca, y su
mayor atractivo era su cabello color dorado, largos rizos. Nunca le daba
importancia a su aspecto físico, prefería el aspecto intelectual. Aunque ella
se hubiera definido a sí misma como desaliñada,
no podía ocultar su belleza natural.
Tocó
su cabeza, y sintió un vacío gigantesco en el estómago, una pulsación de terror.
Esos hijos de perra le habían cortado la mitad de su cabello, ahora tenía el
aspecto de esas skinheads a medio rapar.
Estaba horrorizada. Estuvo a punto de llorar, pero no quería darles la
satisfacción. Ella comprendía que nunca debía de darle la satisfacción de
dejarse doblegar por alguien, y menos por una panda de pseudo estudiantes. No quiso seguir explorando su cuerpo por miedo
a encontrar más mutilaciones a su ser. Lo haría al llegar a su casa con luz
artificial, no con la luz de la luna.
Le
llegó a la mente el primer contacto con los chicos de la clase de algebra. Una
panda de cuatro, los más famosos y populares, los que más dinero e influencias
tenían. Por infortunio tuvo que hacer equipo con ellos, y ellos no hicieron más
que soslayarla y negarse a entablar dialogo alguno con ella. Ella no lo
entendía. ¿Acaso había hecho algo? ¿Tener pocos recursos y ser becada estaba
tan mal? Ella tuvo que terminar el todo el trabajo sola, e incluso así acabo
antes que ellos. Eso los exacerbo. ¿Eso habría sido lo que desencadeno la
aberrante broma?
El
sendero estaba marcado, pero era complicado seguirlo, la falta de luz lo
complicaba todo. Intento seguir recordando, intento recordar en que momento
había confiado de más, y que momento había caído en su trampa. No había hecho
nada inusual, su rutina seguía intacta, excepto por ese libro misterioso que apareció
en su mochila –ellos sabían que adoraba leer–… recordó haberlo ojeado, recordó
tocar sus dedos con su lengua y pasar las paginas, recordó lo estúpida que era
su costumbre. Ahora ni siquiera recordaba acerca de que era el libro.
Caminó.
Puso su mente en blanco. Regularmente lo hacía cuando corría. Llevaba meses sin
correr, una estúpida lesión la había alejado de las pistas, y se sentía
estresada por ello. Al caminar, escuchó un ruido a lo lejos, intentó seguirlo,
pero despacio… muy despacio. No quería encontrarse con ellos… o tal vez sí.
Vio a sus compañeros
de clase en una camioneta de carga, negra como la noche, vidrios polarizados y
bocinas a máximo volumen. Estúpidos salvajes, debieron haber pensado en que
ella podría haber seguido el ruido. Estaban bebiendo y festejando, al parecer
necesitaban coronar la desgracia de
alguien más con alcohol y sexo desenfrenado. A ella le hirvió la sangre, pero
siempre fue paciente, en especial para urdir planes fuera de serie.
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