Crónica 4: Aquí tampoco hay temperatura chilanga y la garganta del diablo

Si su respuesta a la pregunta de: ¿La temperatura del próximo destino de Juan será más cálida? Fue positiva, deseo agradecerte de todo corazón haber si quiera imaginado que mejoraría, la verdad es que sí mejoró, ya no estaba bajo cero, pero tampoco puedo decir que me sintiera en una temperatura chilanga, seguía haciendo frío, un frío que cala los huesos.




Si usaron un poco su imaginación seguro indagaron que iba a ir a Chile, si son despistados como yo ni siquiera lo contemplaron. Pues así fue la experiencia, el tour me ofrecía una conexión con San Pedro de Atacama y dije: ¿por qué no? Ya estoy aquí... un país más. Adelanto que me quedé con ganas de conocer más del país, pero lo poquito que conocí me gustó. Teóricamente podría decir que me llevo un pedazo de Chile en el corazón... ups, alguien se acaba de auto alburear.




En el camino previo tuve un poco de tiempo para reflexionar -y observar un poco de la cordillera- en que sería del viaje, no sé si sepan pero el viaje a Sudamérica fue improvisado de una semana a otra. Al llegar a San Pedro nos sentíamos un poco nostálgicos por haber dejado a nuestros amigos, rápidamente hicimos grupitos yo con Brasil y el Capitán con Naomi. Cuando arribamos a la terminal ese sentimiento seguía, francamente me parece difícil separar a un grupo de personas de una manera tan brusca. Aunque hayamos sido un grupo tan unido, teníamos diferencias bastante marcadas -comenzando por la nacionalidad-. Justo cuando íbamos pisando tierras chilenas un francés -perdón que lo diga, y no quiero estereotipar, pero apestaba- nos ofreció su hostal a un precio medianamente barato, todos lo vimos y aceptamos. El hostal no era wow, pero cumplía con las expectativas... medianamente limpio y tranquilo para dormir... tranquilo hasta la segunda noche. (que llegó el tipo motocicleta, así roncaba).



Lo primero que deben hacer cuando llegan a un país nuevo es conseguir la moneda regional, ya después habrá tiempo para lo demás. Y fue lo que hicimos, después nos aventuramos a comer, Brasil y yo nos lanzamos por las empanadas gigantes, que no tampoco fueron la gran cosa. Lo siento, estoy ataviado con la comida mejicana. Ahí nuevamente nos separamos en grupos y -nuevamente- Brasil y yo fuimos juntos, esta vez a conseguir un poco de información.



Por si no saben, el atardecer comienza un poco antes en Sudamérica, y como pueden recordar no soy fanático de la oscuridad. (¡Gallina!). San Pedro es conocido por varias cosas entre las cuales destacan: tener muchos perros y muchas bicicletas, y eso fue lo que hicimos montar un... -no no fue un perro...- una bicicleta. Ese día solo fuimos él y yo. El rumbo era La garganta del diablo, nombre que yo jamás puede acabar de comprender. Comenzamos a pedalear y después de un sorteado camino llegamos a un túnel, he de confesar que me confíe y el cierre me costó trabajo. La mayor complicación fue que la arena frenaba las llantas y complicaba el avance; sí, la bajada fue lo divertido. Al llegar al hostal cenamos todos juntos en una pizzeria, a lado de una chilena que quiso compartir su mesa... y hasta su pizza. Fue una buena cena.


Al día siguiente también rentamos una bicicleta, pero ahora nos acompañaban Naomi y el capitán, la ruta era diferente; era un poco más lejos. Por si no lo recuerdan soy hábil para la bicicleta, bueno, yo no me considero hábil, solo creo que tengo buenas piernas, y eso ayuda a la hora de pedalear. El destino era Laguna Cejar que se encontraba a 18 kilómetros de la ciudad (siempre recuerden multiplicar la distancia por dos, usualmente no consideramos el regreso), comenzamos temprano y después de un mal sentido de orientación patrocinado por Juan, luego fuimos todo recto. En el camino encontramos a personas, pero a mitad rebasamos a dos, un padre e hija, que posteriormente serían de gran ayuda para ahorrarnos 17.000 pesos chilenos (tranquilos son como 30 dólares). Tuvimos que hacer paradas constantes, en lo personal no se me hizo difícil, pero sí largo. Y bueno, después de pedalear por más de dos horas llegamos... menciono que no fue espectacular, que bueno que no pagamos sino me hubiera sentido estafado. Todos entramos gratis y yo entablé una muy amena conversación con la señorita de Chile, intercambiamos números y seguimos hablando, uno nunca sabe cuando irá a Chile o a México... de hecho uno nunca sabe cuando puede viajar... más.



En la noche tocaron las despedidas de nuevo, el capitán tenía que seguir su viaje hacía Arica. Naomi y yo partiríamos el día siguiente. Lo acompañamos a la terminal y de regreso cenamos algo al paso. El destino era incierto, yo no sabía que rumbo tomar -nuevamente-, me decidía entre conocer Chile o conocer Argentina, al final me quedé con ganas de conocer un poco más del otro... Así terminó ese día.



Al día siguiente me levanté temprano y me fui a la estación de buses, acompañado por Brasil, ya que Naomi fue la que cocinó el desayuno ese día. Llegamos temprano y el momento había llegado tenía que seguir solo... o tal vez no estaría tan solo. Me subí al bus. Un poco expectante, un poco nervioso; siempre siento un poco de miedo al subirme a un bus y no saber nada del lugar que me dirijo (una constante que se ha mantenido en todos los destinos). Estaba listo, el bus partió... y luego se detuvo, por más de una hora. ¿Qué de nuevo se congeló? Pues casi, una tormenta de nieve inesperada bloqueaba el camino, lo que hacía imposible cruzar...



¿Qué sucedió después? ¿Cómo logré salir de San Pedro, o es que acaso sigo ahí? ¿Por qué siempre estás tan pinche salado para cruzar las fronteras, Juan?



Ustedes ya saben cuando leer la continuación de esta novel... historia mejicana.

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