La última de tres crónicas que
escribí con motivo del viaje de mi primo a la CDMX. La crónica es algo que me
gusta escribir, solo que necesito buen material para escribirlas, o sea que
necesito viajar más para escribir más. Si quieren seguir leyendo crónicas,
invítenme a algún lado.
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Puebla |
Era domingo, aunque yo ya no sabía
en qué día me encontraba después de tanto desvelo. Me levanté siete a eme, me
duché (palabra que por excelencia tenía que usar en alguna crónica), desperté a
mi primo y fuimos por la señorita Brenda. Después de que nuestras primas
cancelaran por un motivo mayor nos dirigíamos a Puebla, ¿por qué ruta? Tampoco
lo sabía, regularmente nunca sé que ruta, por eso llevaba a la chica del GPS
para que me ayudara a no perdernos en este mundo de carreteras ignotas. A la
primera parada posible le echamos gasolina al auto, y compramos un par de
cafés, no era un viaje largo, pero necesitábamos estar despiertos, necesitábamos
estar al tanto del alrededor…y yo enfocado en la carretera.
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Puebla 2 |
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Cerveza Artesanal |
En este punto he de decir que
cuando manejo a altas velocidades intento ir concentrado, algunas personas
dirán que voy ensimismado, pero voy atento a todo. Necesito ir atento, porque
todo puede cambiar en un par de segundos. Todo. Después de pasar por tres
casetas de cobro, llegábamos a Puebla, pero no al centro, a las afueras.
Tardamos otra media hora en llegar al centro. Yo insistía en comer en el
mercado tradicional, pero a mis acompañantes no les parecía la mejor idea, tal
vez no fuera la mejor idea. Así que dejamos
el carro en un estacionamiento y nos dedicamos a caminar. La primera
parada fue “Fonda Santa Clara” a la cual no quiero hacerle excesiva publicidad,
pero es restaurante infaltable en el centro de Puebla. Excelente servicio, excelente
comida y buenos precios. Aquí pedimos un poco de todo, mole con arroz, sopa de
tortilla, sopes poblanos y la respectiva cerveza artesanal. Luego pasamos a una
tienda de regalos, donde un compre un búho tallado de madera y tomamos un par
de fotos. Después seguimos caminando por el centro hasta que llegamos a la
catedral, a la cual yo estaba un poco renuente de entrar pero al final sucumbí
y di el paseo reglamentario.
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La catedral |
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Salud |
Seguimos caminando, guiados por el
siempre confiable google maps, y paramos en “La pasita” una especie de cantina
antigua que vende shots o caballitos de diferentes sabores, según
la tradición cada trago te cura algo diferente, mi primo pidió el de pasita…
así que intenten imaginar que cura. Yo pedí de naranja (el cuál aborrecí) y
ella de frutos rojos. Como era domingo, justo enfrente se encontraba un
tianguis de baratijas en el que decidí entrometernos. No buscábamos nada en
particular, solo mirábamos. Brenda (mi novia) encontró un libro de Paz (que
luego olvidaría en un restaurant) y yo miré todos los libros posibles…sin encontrar
nada que fuese de mi agrado. Finalmente volvimos a la pasita y ellos
repitieron, yo no, porque como siempre iba a manejar. Nuestro siguiente destino era Cholula, así
que volvimos al centro, no sin antes probar un postre regional que era un tipo
de natilla.
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Mi foto favorita |
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La casa de Frida |
Tomé la carretera, la chica del GPS
me iba guiando, en todas las veces que habíamos salido juntos jamás nos
perdimos… hasta esta ocasión, en su defensa puedo decir que yo puse el destino
incorrecto, porque al parecer había demasiadas Cholulas en el mapa. Después de
haber casi entrado a una fiesta de pueblo, nos dirigíamos al centro de Cholula.
Al llegar caminamos brevemente por el zócalo y miramos la catedral. Habían
pasado horas desde nuestro desayuno, así que era la hora de la comida. Mi primo
buscó un lugar en Foursquare y el que relucía era “La casa de Frida”. En este
punto he de decir que yo quería comer en el mercado de la ciudad, que pintaba
mucho mejor que en las afueras de Puebla, pero la chica del GPS me convenció
con unos profundos ojos negros, así que no pude resistirme. Este lugar, que
también fue una perfecta elección, tenía un buen ambiente, buen servicio y
excelentes precios. Ellos pidieron semitas de arrachera y milanesa
respectivamente, yo pedí caldo de Cholula (o algo así) y alambre de rajas con
queso. Hubiera preferido las semitas, pero el caldo estuvo riquísimo. Toda la
comida acompañada, como es costumbre, de un par de cervezas artesanales, y en
el caso de la dama de un coctel de mezcal. Se estaba oscureciendo y tendríamos
que regresar a la ciudad.
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Refrán |
El regreso en carretera fue lo que
más aborrecí, no estaba cansado ni bebido, pero me sentía estresado, detesto
manejar de noche. Esta carretera es particularmente rápida… y si antes venía
ensimismado, esta vez venía totalmente enfocado, aunque puedo presumir que el
auto que manejaba se comportó a la altura, básicamente ese auto se maneja solo.
Venía tan concentrado que ignoré a la chica del GPS en distintas ocasiones…
mientras mi primo (como buen Aráizaga) se quedaba dormido, nuestra familia no
fue hecha para ser copilotos, somos conductores o pasajeros por naturaleza. Una
hora y media, y un accidente en la carretera después llegamos a la ciudad sin
percances, y nuestra última parada sería Coyoacán, en este punto echaba más de
menos a mi cama que a nadie, y después de un par de bebidas calientes para el
frío aquí cerraba la visita de Puebla.
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Lunes. Por fin, el día por el cual
habíamos estado esperando por meses, el día en que la NFL regresaba a México.
El día en el que vería por primera vez un partido de la NFL en vivo con mi
padre, la persona que me transmitió su amor este bello deporte, y aunque él no
le pusiera mucho empeño, la genética hizo su trabajo y me hizo enamorarme
perdidamente del futbol americano. Teníamos todo listo, y quedamos de vernos
con mi padre y otro de mis tíos en mi casa. Pero antes de eso…
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Selfie |
El día no estaba muerto, fuimos al
centro, y misteriosamente acabamos en una cantina tradicional, “Los portales”
si mi memoria de borracho no me falla, en este lugar pedimos dos cervezas en la
barra y mi primo se enamoró perdidamente de un gato que se hallaba dormitando
en un banco, al parecer ese gato era dueño del lugar. Después de beber las
cervezas apuradamente fuimos a “El Deposito” un bar de cervezas artesanales,
ahí solo bebimos una cerveza cada uno, y estábamos listos para volver a casa.
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At Mexico City |
Al llegar a mi casa quise tomar una
breve siesta, pero… tocaban el timbre. Las visitas habían llegado. Era tiempo
de irnos al partido. Mi padre y mi tío habían llegado. La elección por mayoría
de votos fue: Uber. Llegar al estadio no fue taaaan complicado, ni siquiera
entrar lo fue tanto, salir fue lo más difícil, pero de eso ya hablaremos
palabras adelante. Entramos a la tienda de la NFL, la cual estaba atestada de
compradores, realizamos el pedido y filas después, salimos. Seguíamos
contemplando a la fauna de la NFL, fanáticos de los Raiders caracterizados de malosos, y tejanos con sombreros y cuernos largos. Esto de la NFL es toda una
faramalla, desde los espectadores hasta los jugadores. Finalmente tomábamos
nuestros asientos numerados, en la parte más alta del Coloso de Santa Úrsula.
En este punto debo aclarar que si los Broncos hubieran jugado yo compraba los
de hasta abajo, aunque hubiera tenido que quedarme sin comer por dos meses.
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Fuck U, Trump |
El partido empezó con el himno de
Estados Unidos y luego el de México, después se formó la bandera de nuestros
vecinos y luego la nuestra. A todos los mejicanos se nos erizó la piel, aunque
Julión Alvarez fuera el elegido para cantarlo. Y empezó el partido con la
singular kickoff y el singular grito
mexicano: eeehhh puto. El partido
discurrió entre cervezas caras, comentarios deportivos, comentarios políticos y
hasta comentarios raciales. Regularmente en un partido de casi cualquier índole
el juego mismo carece de valor, y el ambiente alrededor es lo que más se
disfruta; la emoción de vivir un juego en la NFL es inigualable. De la mayoría
de mis experiencias de viaje, la que más he disfrutado fue ir a ver a los
Broncos jugar a Seattle, pero esa es otra crónica. El partido finalizó y se
definió hasta la pausa de los dos minutos en el último cuarto, y como buenos
aficionados decidimos quedarnos hasta el final; craso error. Aunque no había tantísima
gente, el transporte fue jodidamente ineficiente. De los tres Uber que
solicité, los tres tuvieron que cancelarme. Nos vimos orillados a tomar un
camión que nos dejaría a cuadras de mi casa. Todo este conjunto de acciones no
me enojó en lo más mínimo, lo que realmente me encabronó fue que los Raiders
ganaran. Estaba muy enojado. Así que cuando llegamos a la estación de metro
cerca de mi casa, del puro coraje tuve que zamparme cinco tacos de suadero, al
igual que todos los que me acompañaban. Cuadras después llegaba a mi casa,
mucho después de medianoche. Era lunes, y al otro día trabajaba. Maldita sea
ser un Godínez. Pero, equis somos chavos, total un pinche día de desvelo extra,
no era nada…
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Para el recuerdo |
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Coyoacan |
Martes. El último día del cangrejo en
la ciudad. El tiempo se nos había volando entre desvelos, charlas y cervezas.
Habíamos hecho tanto en tan pocos días. Honestamente fue una experiencia
intensa y agradable. Pasamos buenos momentos juntos, y bastante diversos. Así
que era tiempo de levantarse y trabajar. Llegué al trabajo y pedí un café
grande en el puesto de la esquina, justo como lo venía haciendo desde el
jueves; esa semana la cafeína y yo fuimos uno mismo. Después de un día
mortalmente aburrido, mi jornada laboral llegaba a su fin. Le marqué a mi primo
y quedamos de vernos en Coyoacán, después de que él estuviera indeciso. Llegué
en menos de cincuenta minutos del trabajo a Coyoacán, nos saludamos
(escuetamente as always) y entramos a un bar. Pedimos solo una cerveza para
cada uno y después nos marchamos, pero con la duda si en verdad cada mesa tenía
un dispensador de cerveza ilimitado.
Minutos después –de no hallar mi
carro por ningún lado– nos dirigíamos a “La pizza del perro negro” ubicada
sobre Félix Cuevas y casi Avenida Universidad. Tenía que cumplirle el último
antojo posible a mi primo: pizza de chilaquiles. Ambos pedimos vasos de cerveza
y disfrutamos de la pizza. La cena llegaba a su fin, y también el material de
la crónica. Antes de que llegáramos a casa, pasé a hacer un pequeño delivery, le fui a dejar una rebanada de
pizza a la chica del GPS en señal de agradecimiento por lo de Puebla. Lo que ella agradeció con un largo beso y abrazo. ¿No
soy un novio genial? Dicen que uno como sea, pero que la pizza enamora.
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Pizza de chilaquiles, miamor |
Llegamos a mi casa, casi automáticamente
a dormir. Le dije que me despertará en la madrugada antes que se fuera. Me
quede dormido en unos instantes. Dieron las dos cincuenta a eme, y me desperté automáticamente
(súper poder Araizaga), él pidió su Uber, y bajé a dejarlo. Nos abrazamos y se
fue. En lo que subí y me acomodé en la cama él ya había llegado al aeropuerto.
Dormí profundamente, y cuando me levante para otro desastroso día laboral, él
había llegado a Mérida.
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Pizza del perro negro |
Aquí concluye la tercera crónica.
No se vale llorar. ¿Les gustó? ¿Qué otro lugar les gustaría que fuera? ¿Se
rieron?
Hasta el próximo viaje, cangrejos.
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