Ella quiere apartarme, tercera parte
III.
Despierto
por segunda ocasión. El ocaso de la madrugada… aún sigo sin comprender lo que
sucedió, todo se resume a imágenes acartonadas en mi mente, llenas de flashes y
difuminaciones. Todo fue tan rápido… ellos fueron tan rápidos.
El
sangrado ha vuelto… nunca se fue en realidad. Creo que ha sido más serio de lo
que pensé, puedo que esto se complique. Demasiada sangre, demasiado pánico,
demasiado frío, demasiado descontrol.
A
caminar otra vez, no puede faltar tanto. Dejo su cuerpo, y entre sollozos, comienzo a andar.
**
Caminamos,
no sé que decir. Estuve pensando esta conversación por días, incluso todo el
trayecto en el auto la imaginé, ahora no sé que decir. Me detesto. De nuevo mi
incapacidad por decir lo que mi mente piensa por un pequeño descontrol. Le tomo
la mano, me parece lo más indicado. Ella posee una tibieza extraña,
superficial, pero al fin y al cabo es una tibieza que yo no poseo. No estoy
acostumbrado al contacto, así que una sonrisa fugaz atraviesa mi rostro.
Cuéntame
algo, dice ella. Rebusco en mi mente, tengo que pensar en temas que domine o al
menos de lo que sí sepa, y de pronto llega a mi mente: asesinos seriales, mi obsesión
culposa desde la secundaria. Pronto comienzo a escupir datos duros, como fechas,
números de asesinatos, apodos, motivos, condenas, los rostros de los asesinos y
sus víctimas se agolpan en mi mente. Descontrol. Estoy hablando demasiado. No
puedo controlarlo, ya comencé. Miro su rostro, parece asombrada, nerviosa,
asustada. Paro súbitamente. No debería contarle que mis sueños son azotados
recurrentemente por pesadillas horrorosas: por lagos negros que me engullen,
monstruos sin rostro, muerte y obnubilación. Me congelo, la cita no va como
esperaba. Así que decido recordar lo que he aprendido de mirar a las personas,
sus respuestas cotidianas. Le volteo la proposición: cuéntame ahora tú algo.
Antes
de saber su nombre le puse un apodo, lo llamé el señor fuego, no porque fuera
pasional por fuera o por dentro, no, no lo conozco, lo llamé así porque es lo
que me hace sentir por dentro: fuego. Y la manera que lo hace es con su mirada
difusa, con una breve sonrisa o con la fantasía de su tacto. El señor fuego me
hace sentir fuego dentro de todo mi ser. Una repetición que me hago constante.
Ha
hablado todo lo que no habló en el auto. Habló demasiado, parece que tenía un interruptor
en alguna parte de la cabeza. Y aunque me encantó que él hablara, la verdad es
que su tema me asustó un poco. No soy una chica asustadiza, sino que creo que a
nadie le gusta hablar de asesinos seriales en medio del bosque oscuro. Pero
creo que se dio cuenta que comenzaba a sonar raro, y se detuvo, me dijo que yo
contara algo, y justo cuando comienzo noto su mirada perdida de nuevo. Casi podría
parecer que huye a otro mundo, y se queda ahí por largo rato. Comienzo a
contarle de mi música, música presumiblemente diferente a la que el escucha.
Comienzo con un grupo que adoro, White Lies, estoy por contarle del último
disco cuando veo una luz extraña a lo lejos. Me siento hipnotizada por ésta.
Aunque no pareciera llevamos largo rato caminando, el sendero parece difuso
cuando volteamos. Todo está oscuro, solo con estrellas… y nuestros celulares.
Camino y él me sigue. Aprieto su mano helada, no puedo contagiarle la tibieza.
Se estremece. Pienso en besarle, pienso en perdernos por el bosque y vagar por
la negrura de la noche, pienso en proponerle que nos perdamos; que nos
exploremos. Que encontremos de donde previene el fuego que me hace sentir, solo
que el ahora parece una pared indescifrable. Ojalá el contacto con una persona
que no conoces (y que anhelas conocer plenamente) fuese más sencillo y no tan
estructurado.
Hay
algo que va como no debería de ir. Esa luz es demasiado extraña, se ve
demasiado azul, demasiado fuera de lo normal como para estar en un bosque
helado a medianoche, pero ella parece hipnotizada, ha comenzado a caminar más
rápido. No quiero acercarme. No quiero aceptar que estoy asustado. No lo haré.
Camino
más rápido. Estoy poseída por la luz. Se metió en mis ojos y ahora no quiero
dejar de seguirla. Lo único que me mantiene en la realidad es su mano
izquierda. Él tiembla, su mano izquierda más.
Ella
corre ahora. Estoy asustado. Tiemblo. Mi mano está dormida. Duele. Demasiado
frío. Ya no siento su tibieza.
La
veo. La siento. Es demasiada atracción. Estamos de frente. No puedo explicarle.
Ella
llegó. No puedo controlar los movimientos. Mis rodillas tiemblan.
Veo
la luz fijamente. Y los veo.
La
veo a ella fijamente y después los veo a ellos.
Cuatro
personas salen detrás de la luz, tienen capas negras, máscaras similares a los
antiguos galenos, pero talladas en hueso y con grandes picos. Grandes hoyos por
ojos. No se notan sus rostros. Hacen que la luz cambie de color de un azul
destellante a un rojo pálido. No dicen nada, no hacen nada, solo se mantienen estáticos
en las sombras que refleja la ahora pálida luz. En medio de ellos surge otra
persona, sin máscara, un tipo que parece que acaba de ser desenterrado, calvo y
con restos de tierra en el rostro, posee una playera sin mangas. Sonríe
maliciosamente, y sus dientes son totalmente negros, sus ojos también. Su piel
es pálida, sus tatuajes lo son también. Cuando habla una grave voz pronuncia:
Corran, nunca van a poder escapar de él. Corran, nunca los dejará ir de la
oscuridad. Corran, de la muerte de la noche.
Los
cuatro tipos se abalanzan rápidamente cuando el tipo de sonrisa negra pronuncia
la última silaba.
**
Estoy
perdida. Me siento perdida sin él. Me gustaría que mi tacto le brindara un poco
más de calor. Él parece dormir, pero no respira más. No quiero asumir que todo
es mi culpa, yo solo quería que nos conociéramos. El tacto… su tacto, ahora
comprendo porque estaba tan frío.
Baia baia, estoy un poco confundida, ahora parece que los dos murieron o sobrevivieron. Me gustó como quedó mejor... Lo que ella siente parece más real...
ResponderEliminarSí me dieron miedo las personas extrañas. Ojalá siguiera:( pero ya no hay más.