Turbosomnia (3)

Turbosomnia                

Ella se ha ido, no podía soportar que yo durmiera tanto, me envidiaba mi nueva capacidad de dormir, pero sobre todo le exasperaba que ya no la necesitase para dormir. No la culpaba, intentó ser demasiado paciente, pero yo me lo busqué. Prácticamente ya no necesitaba a nadie para dormir… solo para despertar. Las cosas se habían complicado. Ella había dejado el departamento que compartíamos, así que me quede ahí. Mantuve todo en su lugar, esperando que se arrepintiese. No lo hizo.
El primer episodio llegó un jueves por la noche, llegaba del trabajo, me preparaba para beber una cerveza y cocinarme algo, hasta que una ligera cefalea me hizo sentarme. Todo se puso más y más borroso, no sabía qué hacer. Me entraron unas terribles ganas de dormir, hasta ahora no me había sucedido eso, siempre dormía cuando yo quería. La visión estaba demasiado nublada y tuve que recostarme, pequeñas ráfagas de electricidad tocaban mi cerebro. Todo se oscureció, y me volví la bella durmiente.
Veinte horas después iba despertando, las veces anteriores que me quedaba dormido, habían sido lapsos de una hora o dos extra, nunca tanto. La primera reacción que tuve fue asustarme, había pasado demasiado tiempo, el trabajo no importaba, me importaba dormir. Así que me intenté tranquilizar, salí a la calle a despejarme. Vi la banca donde una vez conocí a la chica del té, y en esta ocasión si pude llorar. Se había ido, y no había vuelta atrás. Voltee a mi alrededor, y no había nadie que me ayudara a… no dormir más.
Una hora después volví al departamento, prendí la televisión dispuesto a ver algo, pasaron las horas y no podía pegar el ojo, lo intenté. Hasta las cinco de la madrugada caí rendido, mi visión se nubló y volví al mundo del sueño. En este (el segundo) episodio no soñé nada. Durante diez días me la pasaba durmiendo de veintiún horas a veinticuatro. El trabajo se fue al carajo, tenía los ahorros suficientes para no preocuparme por años. En este intervalo recordaba que iba al refrigerador y me atascaba de comida, la suficiente para volver a dormir por horas. Era comer y dormir.
En el tercer episodio, la visión borrosa volvió. Volví a caer rendido, y me levanté una vez por comida, pero esta ocasión fue diferente, una extraña necesidad de tener sexo se apoderó de mí, y si consideramos que no había estado con nadie desde hace meses, me lo merecía. Busqué una página de internet donde ofrecieran sexoservidoras, mientras buscaba me quedaba dormido y comía, agónicas largas para concertar una cita. Fue complicado arreglar una cita con una chica que quiera quedarse más de un día, pero yo no estaba dispuesto a perder mi oportunidad. La prostituta llegó al día siguiente.

No recuerdo muy bien su cara, recuerdo una plasta de maquillaje encima de una base morada, colores por aquí, colores por allá. No sabía si era un payaso, una mujer o un transexual. Esto no me asustó, estaba desesperado. Intenté besarla, pero mis ojos pesaban de nuevo, cada día dormía un poco más. El cuarto episodio sucedió cuando estaba con la prostituta, justo cuando me desvestía y me metía en la cama, mis ojos se cerraron. Caí en el letargo final. Comencé a soñar, vi mi infancia, aquellos momentos donde jugué deportes, la escuela, las ex novias, mis aficiones, todo. Lo veía con una claridad inmensa, y entonces lo supe, supe no despertaría. Que este sueño había sido el último.
Abrí los ojos, pero fue en vano… No abrirían más. Soñaría por siempre.

                                   

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