Fragmento 632: Ven.
Desperté. Mi cabeza dolía un poco. Los rescoldos de
mezcal inundaban mi mente, aunque el mezcal no fue el detonante para lo que
había pasado la noche anterior, lo que sucedió es que me encantó el sabor de
mezcal en sus labios y no pude dejar de roseárselos en repetidas ocasiones. Lo
que me afecta son las desveladas, más que las resacas. No habíamos dormido
mucho en toda la noche.
Ella se encontraba a lado, mirándome detenidamente.
Tenía sus piernas al aire, desnudas. En sus manos había una taza de cerámica,
pequeña, anodina, un vaho casi transparente salía del té. Los rayos del mediodía
se iban filtrando por las cortinas. Nos encontrábamos en un cuarto piso, y teníamos
una vista espectacular, pero ella me seguía mirando fijamente, atenta, como si
yo fuera un animal en cautiverio que acabase de despertar.
-Hola, dije yo, con una voz amodorrada, el tinte era
más grave del que debería. -Hola, dijo ella secamente. ¿Te gusta cómo se me ve?
Ella rio mientras señalaba mi camisa de cuadros azules. -Es mi favorita del
mundo, preciosa, dije con una sonrisa. Déjame verla más de cerca, déjame verte,
ven, proferí. –Noup, antes de verme primero tenemos que desayunar. –Por eso,
aquí tengo el desayuno.
Ella sigue sonriendo, y le da un sorbo al té, se
levanta despacio, y se abre la camisa. No lleva nada debajo. Miro la curvatura
de sus pechos, y me quedo prendado, las imágenes de ayer fluyen libremente. Las
sensaciones, las curvas, las texturas, los gestos, las miradas; todo suavemente
adornado por la oscuridad, la misma oscuridad parcial del primer día. Una oscuridad
matizada por el letrero neón de enfrente. No hemos salido ningún día.
Simplemente no se ha podido, no lo hemos deseado.
Ella se recuesta a mi lado, la camisa reposa en el
sillón, su aroma a vainilla inunda el ambiente, se monta encima de mí, y
volvemos a besarnos. No creo que tampoco salgamos hoy, nos quedan pocos días.
Tengo ganas de esta chica.
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