Retrosomnia (1)
Otra
vez no puedo dormir, me siento francamente jodido. El problema no es dormir…o
no, el problema es todo lo que representa: soñar. Y fuera de soñar o no, las
ensoñaciones. Las pesadillas. Desde que recuerdo, siempre he tenido un reloj
despertador en la mente, nunca necesite poner alarmas o despertadores físicos,
tenía una mente alarmista. El problema es que cuando me estresaba o pensaba
demasiado las cosas, la alarme se activaba, y me costaba trabajo dormir. Me
levantaba antes de lo programado y mis ojos se mantenían abiertos por horas,
justo como si me hubiera zampado tres expresos, mi cuerpo comenzaba a temblar y
mi ritmo cardiaco se ponía a bailar arriba y luego abajo. Era el descontrol total.
Mi mente era el descontrol total.
Lo
intenté todo para conciliar el sueño, hacer ejercicio, yoga, terapia,
pastillas, correr, masturbación, boxear, leer, mejorar mi alimentación, todo lo
que estaba a mi alcance. Pero mi mente era más fuerte que todos esos
artilugios, mi mente el despertador frenético y obsesivo. En algún momento una
persona me dijo: entre menos duermes, más piensas en mí. Era una frase extraña,
y pronto se replicó a mí alrededor. En canciones, en la televisión, y hasta en
las galletas de la suerte. Vivimos en un mundo que constantemente nos recuerda
lo placentero que es dormir, los tipos de los anuncios se asustarían al ver mis
ojeras demacradas y que sus productos mágicos no sirven, y me joden más. Me
joden jodidamente más.
Cuando
la conocí llevaba tres días sin dormir, las películas podrán contarnos
historias de lo que sucede cuando no dormimos por una semana, pero la realidad
dista demasiado, cuando no duermes por un día no sucede mucho, pero al segundo
día sin dormir, te sientes muerto en vida, la boca seca, problemas de
concentración ojos rojos, y una halitosis horrenda. Al tercer día, todo el
mundo se vuelve más lento, y cargas con humor pésimo, es como mantener la
puerta del refrigerador abierta, pero con tu cerebro, la mantienes prendido las
veinticuatro horas a la espera de que la luz interior se funda.
Así
me encontraba yo, deambulando por las calles, en estado zombi, no había ido al
trabajo, solicité ese lunes porque todo el fin no pude pegar el ojo, y sabía
que ese día tampoco podría. Yo lo sabía, y el dios del sueño lo sabía. Veía a
las personas caminar, charlar, ser felices, las imaginaba soñando, en sus
camas, con sus pijamas y sus extraños ritos para dormir: mascarillas, sexo,
leer, cenar, pan tostado con queso; todas esas ridiculeces que las personas
normales hacen antes de dormir. Ridiculeces que yo envidiaba, ridiculeces que
yo desearía que me funcionarán. Me sentía muerto en vida.
Mi
cansancio me agotó al grado que me senté en una banca en el parque, me lleve
las manos a la cabeza y comencé a llorar, solo que sin las lágrimas, mis
conductos lagrimales estaban atrofiados por no dormir, y hacían un ruido
extraño al no poder secretar nada. Me sentía pastoso, justo como mi voz. Fue
entonces cuando la chica de a lado comenzó a mirarme, ella dijo un par de palabras
que no comprendí, y movió las manos. Yo la veía de forma borrosa, y con ojos
abiertos, mi mirada debió parecer la de un psicópata porque no dejaba de
mirarme extrañamente. Me tomó del brazo, y me levantó, cuando sentí su contacto
pude volver a oír, fue una sensación electrizante. Ella me dijo: te llevaré a
un hospital, no te ves bien. Con monosílabos solté: No. Hospital. No. Casa.
Ella pareció confundida, y paró un taxi. Al subirnos al taxi, mágicamente caí
rendido, ella me sostenía del brazo.
Cuando
desperté, veintidós minutos después, no sabía si realmente había logrado
conciliar el sueño, o es que había muerto por tener el cerebro prendido por
tanto tiempo. Me gustaba imaginar a mi cerebro como una bombilla incandescente,
haciéndole pruebas de aguante hasta que el fatídico momento de fundirse
llegara. Boom. La bombilla explotó. Boom. Mi cerebro también.
Al
abrir los ojos la vi, sosteniendo una taza de té, con unos lentes que le
cubrían la cara, cabello corto, de estatura media, rasgos vivaces, pero cara
marchita, tenía ojeras largas también. Me preguntó si me sentía mejor, recordé
como hablar y dije que sí. Me ofreció el brebaje que sostenía y como un
vagabundo errante lo tomé con delicadeza. No sabía que era, ojalá que hubiera
sido algo que apagara mi cerebro incandescente por siempre. El sabor era dulce,
pero penetrante, parecía una treta, no era el sabor final, el sabor final sabía
ácido, y me hizo abrir los ojos más. Qué es. Pregunté de forma sistemática.
Algo, dijo ella. Ambos éramos fanáticos de las respuestas escuetas y concisas.
Ella me miraba de forma retraída, y parecía que se escondía detrás de sus
lentes. No sabía si alucinaba o no, pero tenía rasgos gatunos, ojos y pómulos
gatunos. Sí que estaba jodido por no dormir, ya alucinaba. Lo terminé de un
sorbo, y me sentí más revitalizado que en muchos meses. Ella me seguía mirando.
Intenté
levantarme pero me fue inútil no tenía tanta fuerza aún. “Casa” dije, y la
chica del té me dijo, sí es mi casa. En este punto ella debía creer que yo era
un idiota, que iba drogado o que era un zombi, o un poco de todo. Me instó a
recostarme, y le dije con un esfuerzo enorme, no puedo dormir. No puedo. No
puedo. No puedo. Mi mente me lo repetía. Ella se acercó cautelosamente, me
trajo una manta, y me puso una mano encima. Me relajé, y el sueño (PORFIN) me
venció. No lo podía creer, mi mente estaba tranquila.
Si
en algún momento de sus vidas no han dormido por un buen lapso sabrán lo que
sentí, la vida me había vuelto al cuerpo. En ese lapso de minutos, horas, días,
no lo sé a ciencia cierta, no soñé nada. Mi mente se puso en stand by, mi mente
se relajó. Cuando desperté sentí unos brazos alrededor de mí. Era ella, se
encontraba abrazándome, al darse cuenta de eso, me dijo con la cara roja y muchas
menos ojeras, lo siento es que te veías tan cansado que un sueño irrefrenable
me atacó y decidí dormir también. Algo me venció… y… yo tampoco había podido
dormir, desde el sismo. No dije nada, ya podía hablar como antes, pero no dije
nada. Tomé su rostro entre mis manos y la bese. Ella seguía sabiendo a algo
fuerte y dulce al principio, pero ácido al final.
Comentarios
Publicar un comentario