Fragmento 963: Mumbling


Me revuelvo en la cama, hace frío; las ausencias son frías. No puedo dormir, es la tercera vez esta semana. De noche no puedo dormir, pero de día los parpados me pesan como si les hubieran anclado pequeñas pesas de metal. Sé que si bebo una sola taza de café en el día, tendré los ojos abiertos durante toda la noche. Intento cerrarlos, despejarme, respirar, contar cosas, pero simplemente no puedo. Mi mente es como un bombillo incandescente que espera una respuesta.

Él se encuentra moviéndose, por fin ha cerrado sus ojos, se gira, toma la almohada. La abraza con fuerza intenta remembrar algo, o alguien. Las paredes se hacen estrechas, se hacen más frías, las paredes ahogan. La música suena en aleatorio. Hay una alegoría en el ambiente del pequeño cuarto. Las paredes lo asfixian.

Me despierto a las 3:12 a eme, escucho una voz, un murmuro. Volteo del lado izquierdo no hay nada, de lado derecho tampoco. Reviso la música y probablemente haya estado muy fuerte, mi mente habrá deconstruido las voces y creado alguna nueva. No lo sé a ciencia cierta, pero espero creerlo así. Nuestros cerebros funcionan de esa forma, solo nosotros mismos podemos engañarlos. Cierro los ojos y la música vuelve a adormecerme, inyección letal a los parpados.

Las voces aumentan alrededor, los murmullos también, pronto se sofocan, se ahogan, toman un ritmo definido, toman la voz de uno solo, y se acompasan. Se callan. Hacen un estruendo y lo vuelven a despertar.

Abro los ojos, esta vez asustado. Lo miro de lado derecho, está hecho ovillo, contraído. Sus manos tocan su abdomen, profiere pequeños gemidos de dolor. El ambiente huele raro, la luz es tan tenue que apenas puedo verlo. Puedo oírlo. Me aterra. No me puedo levantar, el miedo me ha paralizado, el tipo tiene su rostro escondido. –Estoy jugando al doctor, dice de pronto. Luego murmura cosas inteligibles, se señala al corazón (o al menos donde debería estar). Se retuerce un poco. Dice entre cortadamente: - No porque no me puedas ver, no significa que no pueda sentir. Sigo mudo, estoy paralizado de horror. El miedo radica en lo desconocido, en no saber qué hace un tipo en mi cuarto a las 4:26 am. Cierro mis ojos con toda la fuerza, y él dice una última frase: -Aposté mi tiempo para venir. Cuento cuatro, tres, dos, uno. Aprieto mis ojos más fuerte. Uno, dos, tres, cuatro. Estoy listo para abrirlos.

Él abre los ojos, despacio. No hay nada en el cuarto, no hay nadie. Un silencio sepulcral reina todo. Hasta que un grito gutural dice: Apostar. Y todo se oscurece.


Comentarios

Entradas recientemente populares