Crónicas de viaje: Nos gusta el agua de jamaica, pero nos encanta el tepache


Sábado o eso creía.

Siete y media, suenan sus alarmas. El conductor pidió dormir lo más posible y ser el último en alistarse. Una hora después vamos dejando el hotel, el día nos depara mucho, muchísimo. Paramos en una tienda de autoservicio, les advertí que habría pocas paradas, así que debían comprar aquí lo elemental, mientras ellos entraban a la tienda, yo decidí atacar al de los tacos de guisado, y probé las variedades que no tenemos en CDMX: requesón, mole, carne, etc. Estábamos listos, y la siguiente parada serían… las pirámides de Teotihuacan. En este punto me permito preguntar: ¿soy buen guía de turistas? Yo diría que me faltan datos concisos y de interés turístico, pero básicamente sí.

Miss 

Juan, sucumbió ante las selfies
Carretera de nuevo, esta vez vengo más relajado, más suelto. Todos vienen más animados. Conduzco: acelero, freno, bebo café. Paro. Repito, el café siempre siendo una constante. Atravieso kilómetros, municipios, ciudades, pueblo. Todo va de maravilla hasta llegar a las curvas finales de Cuernavaca, todos se han quedado dormidos, hasta mi copiloto. Aprovecho para poner mi música y relajarme. La carretera ha estado despejada, he llegado de Acapulco a la Ciudad de México en menos de cuatro horas, ahora sí me merezco algo. TRÁFICO. Oh maldita decepción, la parte sur de la ciudad está hecha un asco. Los pasajeros notan mi cara de estrés y preguntan si pueden hacer algo, jugando les digo que comprarme un tag para atravesar todo el tráfico. Ellos después de meditarlo unos segundos, y debido a las condiciones, aceptan, creen que me lo merezco. La mejor decisión posible, atravesamos la ciudad de extremo a extremo en menos de veinte minutos. Y una hora y varias casetas de pago más, estamos en Teotihuacan, un vestigio azteca que todo chilango conoce…desde la primaria.

Bajamos, la sesión de selfies continua (nunca para), el clima se ve dudoso, Juan pronostica un poco de lluvia. Pinche Juan por eso eres el conductor y no el chico del clima. Entramos a las pirámides, a aquel lugar sagrado y místico que les perteneció a los aztecas. No es que mis ojos hayan perdido la capacidad de asombro, pero después de veinticuatro años de haber visto tantas maravillas, el proceso se ve más complicado de asimilar. Nos separamos un poco, Angela y yo queremos ver más detenidamente la pirámide del sol y es donde tomamos más fotos. Ellos se han adelantado, o nosotros atrasado. Comienzo a tener el presentimiento de que lloverá y no traigo suéter, mi madre estaría decepcionada de mí, así que compro una especie de chal, bueno, ambos compramos porque estaban a un excelente precio. Llegamos a la pirámide de la luna y las gotas de agua se dejan venir, después de fotos alocadas y discursos de la vida, tenemos que regresar al auto. Y la tormenta se desata. No hay mucho que yo pueda hacer, más que intentar sonreír y rogarles a los dioses de mis antepasados que esta gripa no desemboque en una pulmonía otra vez (en unos días ya estuve recuperado). Llegamos al carro hechos una sopa, y después de comprar (por necesidad) una playera de recuerdo/repuesto, nos íbamos a la siguiente parada: La basílica de Guadalupe.
Presumiendo los ponchos,manteles,chal

Llegamos al destino, después de negociar con un profesionista de la zona, un reducido lugar de estacionamiento (los franeleros ganan más que muchos profesionistas), entramos al recinto. Yo no estaba muy convencido de entrar, pero al final accedí. Después de mirar a la virgen por un rato, pasábamos a la sección de recuerditos. Antes he de aclarar que seas o no religioso, la vibra del lugar es electrizante. Después de discurrir un par de horas en la basílica, y otro café para el conductor nos dirigimos a la penúltima parada de la noche, mis ojos se cerraban, Garibaldi.

Basilica, otro must.
Subale todo, señor de los toques
Al llegar aquí lo primero que hicimos (como buen mexicano) fue ir al mercado a comer, después de verificar con una fuente fidedigna cual era el mejor lugar para comer, tomamos asiento con el gordo Tamazula. Para mí una birria grande, ellos pidieron cochinita pibil, panuchos, chilaquiles y otra birria. Era tiempo de que me luciera otra vez con nuestros deleites gastronómicos, y pedí una jarra de agua de Jamaica, cosa que les gustó, pero nos los impresionó. Luego pedí una jarra de tepache (iugh) y eso les encantó. Estimaba a estos chicos, pero eso rompió mi corazón. Luego de probar la Jericaya reglamentaría, fuimos a la plaza, y después de varios recuerditos, toques eléctricos y hasta una canción improvisada por mariachis, íbamos al último punto de la noche antes de que yo sufriera un coma epiléptico por cansancio.



Llegamos al Ángel de la independencia, el monumento más representativo de la ciudad (a mi buen juicio), ellos me preguntaron un par de cosas, pero alegué cansancio y no pude responder las preguntas básicas. Mientras ellos bajaban a fotografiarlo, yo me quedaba en el auto planificando la jornada de mañana. Ya fantaseaba con mi humilde cama. Minutos después me enfilé al centro y los dejé en el hostal, doce minutos después estaba en casa, listo para cerrar una jornada francamente maratónica: Acapulco, pirámides, basílica, Garibaldi, Ángel de la independencia.
Arquetipos mexicanos


Dormir-Domingo.

Después de acostarme a más de media noche, me levanté después de las diez a eme del domingo, algo casi increíble. Habíamos perdido a un importante elemento del equipo viajero: a Daniel, porque su vuelo salía el domingo por la mañana, así que me quedé con las chicas. Ellas llegaron a mi casa en Uber después de las doce del día. La primera parada del día era Xochimilco. Manejé menos de una hora. Al llegar lo primero que compré fue una michelada típica, algo que tenía pendiente desde hace varios días. Las chicas le tomaban fotos a las trajineras y yo a mi cerveza, típico, Juan siendo Juan. Ellas decidieron no subirnos a dar toda la vuelta, por cuestiones de tiempo. Ellas compraron un helado típico y yo un taco de carnitas, que solo Angela se animó a probar (con todo y salsa). Tiempo de movernos.
Juan siendo Juan.

La segunda parada era Coyoacán, el clima no parecía tan deprimente como el día anterior, error. Llegamos al museo de Frida Kahlo, otro de los destinos imperdibles para el extranjero en la bonita ciudad de la CDMX. Después de comprar los boletos en línea, confundir un Uber (chiste local) y hacer fila por un rato, entramos al ex hogar de Frida. Las chicas estaban maravilladas con las fotos y pinturas, yo ya lo conocía, gracias de nuevo, escuela primaria. Después de un largo recorrido que desembocó en tormenta, nos encaminamos al centro de Coyoacán. Comimos un elote (choclo) asado con chile, probamos el típico chocolate del moro, y las lleve a través de los bazares de recuerdos. De nuevo una caminata maratónica y mis pies ya pedían trinchera de nuevo. Volvíamos al hostal, tenía que manejar de nuevo. Todo el camino estuve pensando en los días anteriores y siguientes, hasta llegar al centro. El tour había acabado, pero la aventura no…


Aquí yo ya podía decir que sí era un buen guía de turistas, recorrí muchísimos puntos de interés en poquísimos días, y los visitantes no pudieron quedar más satisfechos. Probaron, tomaron, conocieron, vieron y compraron mucho de lo que extranjeros no pueden en una semana. Siempre creo que las mejores personas para los tours son los lugareños.

Aquí concluye la historia de las crónicas de viaje de Perú en México. Unos días relámpago que disfruté montones. Sé que no pasarán años para volver a tener otro reencuentro. Siempre hay promesas pendientes. ¿Debería trabajar como guía de turistas los fines de semana? ¿Debería trabajar como escritor de crónicas viajeras? Ustedes ya saben, los tours se siguen dando aquí, los precios son variables, y para todos los gustos. Tenemos de carreteras, de bicicleta, de cafeterías, de cantinas, de lugares de mala muerte. Usted pregunte, tenemos descuentos para extranjeros y provincianos

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