Fragmento 633: Im over it

Salgo de la ducha, pierdo el calor que conseguí con el agua caliente, el ambiente está frío, sigo siendo sensible a los cambios de temperatura. Mientras me duchaba pensaba en todos los sentimientos de las últimas horas. Recordaba las sensaciones que ella me evocaba. Mientras el agua tocaba mi cabeza y cae hacia mi piel, su olor atraviesa el agua, me sentía confundido. Seguía perdiendo calor, el vapor rezumaba. Quería creer que ella estaba conmigo, junto a mí, en la ducha caliente, pero no. No la he visto desde ayer en la madrugada. Llego a la cama y me dejo caer, pienso en ella. Se ha llevado mi camisa de cuadros. La realidad es que no sé dónde está.

Me miro en el espejo, tengo el pelo húmedo, la barba mojada. Sigo pensando en ella. Simplemente no la puedo sacar de mi mente o de mi corazón. Me da por recordar la noche anterior en la mañana. Habíamos llegado al departamento, había sido el primer día que salíamos, no podía irme sin conocer la ciudad. Yo insistía en un lugar romántico, pero ella rehuía a esos lugares vanales y superfluos. Le dije que nos lo merecíamos, ella se negó. La ciudad era una especie de valle y terminamos cenando en una pizzería que se encontraba en una colina alta. La pizza era francamente mala, pero la vista era imponente. Se veían luces de todos los colores; azules, rojas y amarillas. Yo solo miraba su delicada forma de comer, estaba enamorado. La cena discurrió sin mucha plática, solo nos mirábamos los ojos. A los ojos.


Cuando pedí la tercer cerveza, ella dijo: vámonos ya, quiero ir a casa. ¿Cuál es la prisa? Dije yo, estaba disfrutando mi cerveza. Contemplaba el paisaje y la contempaba a ella. En verdad disfrutaba la cerveza, era clara y suave. Tan parecida a su piel. Volvió a llamarme la atención, y dijo: Vámonos. V a m o n o s. Yo estaba demasiado relajado algo atípico. ¿En serio? -Suspire. Si, tengo frío y quiero estar a tu lado, dijo. No me había percatado de la fragilidad en sus ojos. Pedí una última cerveza y la cuenta. La mire firmemente a los ojos, quería que me soportase la mirada, ella no la afuanto. Bebí la cerveza de dos tragos y pagué la cuenta. Afuera pedimos un taxi. Hacía frío. Entre más alto te encuentras más frío hace, ¿Por que no lo se? Supongo que es la falta de hidrógeno en el aire. Abordamos el taxi, la atraje hacia mi y no opuso resistencia. Pero no decíamos nada.

Durante quince minutos no dijimos nada. Yo miraba el paisaje, estaba maravillado y pasaba mis manos por sus brazos. Jugaba con su cabello. Y volvía a pasar mis manos sobre ella. Hasta que depronto ella pregunto: en qué piensas. En ti, en el paisaje, en tu desnudez. En como te verías danzando entre luces. Ella hizo un mohin y me lanzó un pequeño golpe, que pesado, profirio. La verdad, dije yo, estaba pensando en ese lunar que tienes. El color volvió a su ser y dijo: ¿Cual? ¿El del cuello? No, dije yo de forma seca, el otro. Ella se volvió a sonrojar, tomo mi mano y salimos del taxi.

Corrimos a la habitación.

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